Por José Gabriel Martínez y Pool Contreras
MÉXICO, 20 dic (Xinhua) -- En la populosa alcaldía Venustiano Carranza, en el centro oriente de la Ciudad de México, Eduardo Alcaraz realiza cada año desde hace más de dos décadas piñatas monumentales de cartón, papel y color para animar las "posadas" decembrinas de familias y empresas de la capital mexicana y zonas cercanas.
Alcaraz, artesano y heredero de una tradición familiar profundamente arraigada, explicó a Xinhua que el oficio comenzó con los abuelos y las tradicionales ollas de barro.
Con el tiempo, la técnica se transformó y "se le puso un globo inflado. Entonces se hicieron más grandes", relató con orgullo, al tiempo que resaltó que el cambio permitió crear piezas de gran tamaño, imposibles de colgar si fueran de barro.
El sello distintivo de Piñatas Alcaraz, empresa familiar del artesano, es precisamente la dimensión de sus creaciones, algunas de las cuales alcanzan proporciones poco comunes.
"Hay una que mide tres metros, esta, dos y tanto", señaló, rodeado de figuras que llenaban el espacio desde el que crea la mayoría de las piñatas.
Las más grandes, explicó, suelen hacerse bajo pedido especial y en el propio lugar del evento, porque trasladarlas sería imposible.
El trabajo se intensifica cada año a partir de finales de noviembre. "Empezamos como el 20 de noviembre y ya de ahí se empieza a agarrar pedidos", comentó.
Desde entonces, el taller se convierte en un espacio de producción constante, donde prácticamente toda la familia participa en la creación de las piñatas que animarán muchas "posadas" decembrinas.
Las posadas son una de las tradiciones más representativas de la Navidad en México. Se celebran mayormente del 16 al 24 de diciembre y combinan elementos religiosos, comunitarios y festivos que se han transmitido de generación en generación desde la época colonial.
La piñata ocupa un lugar central en las posadas, tanto por su valor simbólico como por su función festiva. Aunque hoy se asocia principalmente con el entretenimiento infantil, su significado original es profundamente religioso y pedagógico.
La piñata tradicional tiene forma de estrella con siete picos, que representan los siete pecados capitales. Está elaborada con barro (en su forma más antigua) o cartón, cubierta de papel de colores brillantes, que simbolizan la tentación y el engaño de las apariencias.
Para Alcaraz, el oficio de creación de piñatas para esas festividades no es sólo una fuente de ingresos, sino una experiencia emocional contradictoria.
"Es un gusto que es irónico porque tú la detallas y tratas de darle lo más bonito que se pueda, pero al final todo esto es para romperse", reflexionó, mientras describió el cuidado con el que combinan colores y formas.
Las jornadas en Piñatas Alcaraz en las últimas semanas de cada año se extienden hasta la madrugada.
"Vienen a recoger hasta las 12, una de la mañana su piñata", comentó. Dormir pocas horas es parte de la rutina: "Te duermes a las 5 de la mañana, a las 8 te levantas y otra vez".
Pero aun así, aseguró, el cansancio se mezcla con satisfacción. "Ya está uno acostumbrado y es lo bonito de esto".
Entre los recuerdos más impactantes de Alcaraz está una piñata fabricada fuera del taller.
"Medía el cono, el puro cono de esta medía como cuatro metros... la hicimos en el autódromo", recordó sobre un encargo para un evento de carreras.
Según añadió, también han recibido clientes internacionales.
"Nos han venido a comprar de España, de Francia", dijo, orgulloso de que su trabajo sea reconocido como "una artesanía mexicana".
La tradición de Piñatas Alcaraz continúa en las nuevas generaciones. "Mis nietos que ya tengo, ya andan por ahí, ya también trabajando", comentó Eduardo Alcaraz, que, aunque admite que no a todos en la familia les gusta el oficio, confía en que perdure por muchas generaciones más.








